Un influencer es una persona que intenta ganar la confiabilidad de su audiencia para darle servicio, información y eventualmente que consuma algún producto o servicio que recomienda. Esto no es muy diferente de la tarea de las y los comunicadores, sobre todo en tiempos donde las redes sociales tienen tanto o más protagonismo que los medios de comunicación tradicionales.
Cuando uno sigue determinado perfil en las redes, suele ser porque genera un contenido que resulta agradable o útil, pero ¿nos pusimos a pensar quién es? ¿cuál es su formación profesional? ¿desde que lugar recomienda tal o cual servicio o producto? No es un amigo, ni siquiera un conocido, y pocas veces figura con su nombre real, ya que los influencers suelen usar un seudónimo.
¿No resulta lógico pensar que si hablan de determinado tema y potencian sus discursos en las redes sociales, lo hacen para algo? Nunca algo más cierto que la frase, ya popularizada: «Cuando algo es gratis, el producto sos vos». Y, si uno es el producto, ¿no deberíamos exigirle determinada formación a esa persona que nos habla todo el tiempo desde nuestros celulares?
Los chinos lo están resolviendo: el Departamento de Ciberespacio de China, el Ministerio de Radio y Televisión y el Ministerio de Cultura y Turismo tomaron una serie de medidas en relación a los llamados influencers que generen contenidos en áreas consideradas «de alto impacto público», como son la salud, la medicina, el derecho, la economía, la educación y el medio ambiente. ¿No resulta razonable?
Incluso, uno puedo llegar a pensar que también quienes hablen de política o sociedad deberían tener formación académica, porque pueden influir en nuestras decisiones electorales, por ejemplo, y cambiar el Gobierno o la conformación del Parlamento.
La medida es conflictiva para quienes vivimos en sociedades occidentales capitalistas, porque puede entrar en conflicto con la libertad de expresión. ¿Pero esa libertad no entra en conflicto, también, con el concepto de que la comunicación es un bien social y que el Estado tiene que garantizar también este derecho de las personas?

En la Argentina, recientemente, el Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires denunció a Santiago Maratea por promocionar un té para bajar de peso, por considerar que el accionar del influencer fue “irresponsable e intrusivo” y pidió que se retracte por promocionar productos que pueden ser perjudiciales.
Los profesionales se basaron en el artículo 12 de la Ley de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), que establece que sólo médicos y nutricionistas pueden sugerir el consumo de productos dietéticos o dietarios.
“Las y los nutricionistas somos muy cuidadosos en ese sentido porque estudiamos, nos formamos y entendemos los riesgos que implican estas cosas para la salud. A veces parece inocente recomendar un té o una vitamina, pero puede resultar realmente peligroso. Por eso está regulado por la Ley de Trastornos de la Conducta Alimentaria”, destacó la entidad en un comunicado.
“Más allá de lo formal y de lo legal, a partir de la denuncia, exigimos el cese de esta publicidad encubierta y buscamos que la sociedad tome conciencia que detrás de estas recomendaciones hay empresas farmacéuticas y alimenticias. Estas industrias eligen a estos personajes porque son los canales perfectos para llegar a la comunidad de manera rápida y masiva. Por otra parte, nosotros tenemos el deber y la responsabilidad de cuidar a la población”, concluyó el comunicado.
“De este té es la primera vez que te voy a hablar y sí, te ayuda a bajar de peso ”, comenzó diciendo Maratea en un reel que publicó en la red social Instagram. “Ayuda a tu cuerpo a que use los carbohidratos mejor como energía y no que los acumule como grasa, aparte de que evita esos picos de glucosa que te dan hambre a la media hora”, detalló, como si fuera todo un profesional de la salud.
Maratea también apuntó, en ese reel, contra los nutricionistas: “Si lo quieren probar, háganlo con información, y no como ciertos nutricionistas arrogantes que a pesar de tener un título, no investigan y desinforman”. Fue lejos el influencer. Esto generó la reacción de la cámara de profesionales de nutrición.
Pero, un tema a tener en cuenta. Muchos influencers hacen de esas recomendaciones su negocio, cobran por promocionar tal o cuál producto, en la medida que tienen miles de seguidores que confían en sus discursos. ¿Peligroso no?
En Argentina el negocio es nuevo. Se prevé que este año el valor del mercado de creadores de contenido alcance los 103, 21 millones de dólares, con una tasa de crecimiento del 13.323%, según el informe de Arturo Arriagada «Influencers en América Latina: creación de contenidos, dilemas éticos y desafíos sociales», que se editó con el apoyo de UNESCO.
Arriagada es chileno, se doctoró en Sociología y es Profesor Asociado en la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez.
Según el mismo informe, Argentina es el segunda país con más creadores de contenido en la región: 1.7 millones, sin embargo aún la monetización resulta un desafío , ya que el índice de confianza en los influencers es aún muy pobre: el 17% de los encuestados considera que son confiables, aunque canales de streaming como Olga y Luzu TV cada vez más están ganando relevancia y confiabilidad en sus anuncios.
Brasil, en cambio, posee el mercado de influencers más grande de América Latina. Es considerado «el país de los influencers». En 2022 ya tenía mas influencers que ingenieros o arquitectos en el país. Compiten por el liderazgo en ese nuevo oficio unos dos millones de creadores y el 79% de los brasileros admite haber consumido sus contenidos regularmente, según datos de la citada investigación de Arriagada.
Mucho para investigar sobre el tema y para evaluar legislaciones que regulen riesgos y protejan a la población.

