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    El presidente cyborg

    La voz metálica de un cyborg -un organismo que fusiona elementos biológicos y tecnológicos- se escuchó en la noche televisada de La Nación +. “Me quiero presentar como candidato a presidente en 2027”. Nadie se maravilló en el estudio. Carlos Pagni apenas alzó una ceja y un rato después fingió una débil o quizás irónica sorpresa.

     Con los ojos apenas abiertos, el autor del pronunciamiento era el ex senador Esteban Bullrich, quien frente a las cámaras y embutido en una máquina del futuro, parecía una figura de cera. Malas lenguas dijeron después  que era una grabación convencional. Nadie habla tan bien, rápido y sin errores cuando su voz suene al hombre de lata del Mago de Oz

    Si prescindimos de las definiciones de obsceno como lo impúdico, en general referido a lo sexual, Bullrich protagonizaba una escena ni siquiera soñada por la febril imaginación de Jaime Durán Barba o la perversión de Santiago Caputo. Acompañado por Jorge Colina y Enrique Morad, ex funcionario del PRO, el primero, empresario católico, que tuvo activa participación en el proceso de canonización de Mama Antula, el segundo, el padeciente fue a vender otras cosas más allá de su candidatura.

    Bullrich sufre ELA, Esclerosis Lateral Amiotrófica, una enfermedad que no tiene cura y que se caracteriza por la debilidad progresiva muscular. Sus síntomas aparecieron en 2020, mientras ejercía la senaduría de la Nación. Desde entonces, él y su familia son cruzados de la lucha contra esta dolencia, sin por eso dejar de aparecer cada tanto en el escenario político como modelo del bien. Nada mejor para eso que ser un moribundo…

    Hombre de fe católica, su vida pública de los últimos años se asemeja más a la de un mártir que a la de un político. Ha adoptado un discurso de amplitud ecuménica que no deja de ser festejado por los comunicadores que suelen hacer del discurso del odio sus retóricas preferidas.

    En el programa quedó claro que el  lanzamiento de su candidatura se daba en el marco de la presentación de un libro escrito junto a los dos sujetos mencionados, un libro que propone dividir la provincia en cuatro. Eso sí, el conurbano queda solito para eventualmente ligarlo a la CABA. No sea cosa de que en lugar de repartir riqueza, se reparta miseria.

    Respecto a las palabras de Bullrich -qué también pidió editorial para un libro que ya tiene escrito sobre el tema del liderazgo político y social-, se sabe que utiliza un sofisticado sistema de comunicación basado en Inteligencia artificial que le permite escribir con la mirada en un teclado virtual que luego hace la conversión del texto en una versión de audio digital.

    Escribir con los ojos es algo que no lograron ni San Pedro ni San Francisco, mucho menos San Esteban, el tocayo de Bullrich, quien en lugar de luchar contra la desunión argentina, quiso convencer amablemente a los sacerdotes judíos de que con Cristo andaba todo bien. Terminó lapidado.

    Hombres carentes de fe dudan de que Bullrich se presente como candidato y ni hablar de llegar a ser presidente, pero la Argentina es pródiga en milagros, las más de las veces tristes a excepción del fútbol. Así, piensan que llegada la hora, que les toca a la gente bien y la gente mal, acaso el actual presidente encabece una lucha para su canonización -la de Bullrich no la de Milei, por ahora- con el objetivo de vencer al Diablo escondido en las filas de la oposición.

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