El sometimiento de medios de comunicación a las necesidades de las empresas que son sus propietarias en todo o en parte es un problema que está condicionando el manejo de las noticias, así como también lo hace el avance de la digitalización, según la conclusión de académicos, investigadores y periodistas españoles que debatieron el tema.
Acerca del avance de los recursos digitales como ambiente preferido por porciones crecientes del público, los participantes del debate dijeron que el problema se agrava porque los medios convencionales lo afrontan mediante la imitación de lenguajes y formatos, apelación a las emociones y una búsqueda de impacto que se sobrepone a la rigurosidad noticiosa.
Las conclusiones de este intercambio están contenidas en un informe que dio a conocer Josetxo Martínez Itoiz, jefe de Prensa del Parlamento de Navarra, quien reunió pronunciamientos de 27 personas, entre académicos, juristas, políticos y periodistas.
Aunque el avance de la digitalización y las noticias falsas son mencionadas como preocupaciones centrales, Ricardo Feliú, sociólogo y profesor de la Universidad de Navarra, se detuvo especialmente en el tema de la concentración de la propiedad de los medios, que identificó en dos planos, el económico y el ideológico.
El académico recordó que la mayoría amplia de medios son generadores de un relato que remite a intereses empresarios, con su búsqueda de rentabilidad, y con un soporte ideológico que está en línea con esos propósitos. Como consecuencia de ello, habló de medios que actúan como instrumentos de presión de grupos económicos.
LA LÓGICA EMPRESARIAL CONDICIONA LAS NOTICIAS
El trabajo difundido por Martínez Itoiz expresa entonces que la lógica empresarial –que se contrapone por completo al ideario de la equidistancia periodística, al menos en las noticias- se une a las redes digitales y plataformas para lo que termina como “campañas organizadas de desinformación con fines económicos o ideológicos”.
La falta de control a las empresas que explotan el negocio de las plataformas y la modalidad mediática de busca de impacto y entretenimiento genera un descrédito al sistema de medios en general. La concentración, además, produce “desiertos informativos”, es decir ausencia de cobertura en los planos que no interesan a los propietarios, o que les son adversos.
Quienes fueron consultados para este trabajo expresaron que el auge de las noticias falsas deriva en la pérdida de “centralidad” de los medios periodísticos en los asuntos públicos, ya que los recursos digitales les arrebataron “el monopolio de la intermediación informativa”.
Está instalada, dijeron, una nueva “jerarquía del conocimiento”, con una fuerte distorsión de la realidad que perjudica a los sistemas democráticos, por más que en apariencia se conserven ciertos parámetros institucionales.
LA PÉRDIDA DEL RIGOR PERIODÍSTICO
Ante la competencia digital y la pérdida progresiva de público y audiencia, por lo común los medios convencionales reaccionan con titulares destinados a generar impacto, con prescindencia del rigor periodístico, lo que lleva a enunciados engañosos.
En la era digital, dice el trabajo basado en las contribuciones reunidas, “la lógica algorítmica y la economía de la atención han desplazado la noción de verdad”, que actúan en un “mercado de percepciones dominado por la emocionalidad y la desinformación”.
Ramón Salaverría, coordinador del Observatorio Ibérico de Medios Audiovisuales, atribuye a las plataformas y redes digitales la desnaturalización de la función periodística. Menciona también el “papel distorsionador de los algoritmos”, con profusión de “patologías comunicativas”.
El trabajo responsabiliza a gobiernos y partidos políticos, considerándolos “principales detonantes de la desinformación”, pero también menciona a los medios, “pseudomedios”, plataformas digitales e “influencers”.
Respecto de las posibilidades de enfrentar este problema, se destaca la necesidad de la alfabetización mediática y digital, para que el público tenga más posibilidades de una recepción crítica y para descubrir cuando es objeto de noticias falsas, campañas de desprestigio y acusaciones en cuya difusión los medios convencionales participan frecuentemente, según sus intereses económicos y políticos.

