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    Miriam Lewin: la información confiable es un derecho

    Las noticias falsas, difundidas por falta de conocimiento y verificación, o por fines políticos o económicos, causan perjuicio al público, que recibe datos que manipulan su conocimiento de cuanto sucede, declaró a CLIC la periodista y escritora Miriam Lewin, quien fue Defensora del Público entre 2020 y 2024.

    Comúnmente, lectores, televidentes, oyentes y usuarios de redes y plataformas digitales reproducen algo que reciben porque está en conexión con sus prejuicios y posturas, sin detenerse a pensar si se trata de datos ciertos y comprobados, añadió.

    Lewin advirtió que, en condiciones de precarización extremas como las del presente, las y los periodistas carecen de tiempo para explorar conocimientos, profundizar en los temas y dar con fuentes autorizadas para procesar las noticias.

    Asimismo, advirtió que desde mediados de 2024 la Defensoría del Público fue vaciada y está paralizada, sin cumplir con la obligación establecida por la Ley 26.522, de Servicios de Comunicación Audiovisual, de promover y defender los derechos de las audiencias de radio y televisión.

    LA ENTREVISTA

    CLIC-Mónica Beltrán. Una amiga me decía que se siente superada por la infodemia, un término que se instaló durante la pandemia pero que hoy tiene muchos más aspectos. Como periodista, ¿qué estás viendo en los medios y los periodistas a la hora de chequear la información, para que esa infodemia no supere a los propios periodistas?

    Miriam Lewin. Durante la pandemia se generalizó un uso de ese término específico, infodemia, que se refería a la sobreabundancia de información, no toda confiable. Y durante esa época, evidentemente eso incidía en la salud e incluso en la vida de las personas, porque se trataba de una enfermedad desconocida. Esto con el tiempo fue desapareciendo, porque hubo instituciones científicas a las que se consultaba, que estaban investigando permanentemente sobre el nuevo virus. Entonces, los y las trabajadoras de prensa desarrollaron el hábito saludable, recomendable, de consultar a los trabajadores de la ciencia, a quienes estaban dedicados a esto. Y la información era cambiante, porque día a día se descubrían nuevos aspectos, en cuanto a tratamientos, síntomas, consecuencias de la enfermedad generada por el coronavirus. Lo que estoy viendo últimamente es que hay una profusión de informaciones que no se chequean. Son lo que llamamos “fake news”, a veces generadas deliberadamente, para provocar un perjuicio político o una ganancia económica. Pero otras veces no es así. Otras veces es algo evitable, porque es una manifestación sobre una falta de conocimiento sobre determinadas temáticas. Es imposible que un periodista o una periodista conozca con profundidad todos los temas que tiene que abordar, sobre todo en esta época en que hay tanta precarización, y que cada trabajador o trabajadora de prensa tiene dos o tres empleos para poder llegar a fin de mes. Pero es recomendable, cuando uno va a abordar una temática delicada, una temática que no conoce, chequear la información y recurrir a profesionales de cada una de las áreas, de la salud, la economía, o cualquier otro ámbito del saber. Ahora, ¿cuál es la peligrosidad de una “fake news”? Es que está en consonancia con nuestros prejuicios. Entonces, cuando uno recibe -en general por redes sociales, o en sitios de noticias, o en algunos programas de radio o televisión- una información, un dato que concuerda con un prejuicio que uno ya tenía, tiende a creerlo y a compartirlo, a difundirlo, a viralizarlo inmediatamente. Una recomendación que nosotros hacíamos cuando funcionaba la Defensoría del Público, que es el organismo creado por la Ley de Medios para representar los intereses de las audiencias, es que si eso que estás leyendo, escuchando, que estás recibiendo, está en concordancia con algo que vos ya pensabas, es decir que tu reacción es ‘esto es verdad porque es lo que yo siempre pensé’, pará la pelota y analizá. Fijate si el medio por el que lo recibiste es confiable, consultá –porque están disponibles sobre todo cuando una información se viraliza mucho- las plataformas de chequeo, que son organizaciones de profesionales que se encargan de verificar la información.

    MB. ¿Cuál es la consecuencia de una información falsa? Porque pareciera que todos y todas nos tomamos tiempo por ejemplo para chequear precios, ya que cuando vas al supermercado no comprás lo primero que ves, e incluso leés la etiqueta. Pero con la información no sucede lo mismo. Pareciera que a la información se la considera generada desde un lugar de poder, que sería el medio de comunicación o una red, entonces no se da ese chequeo por el público, en general, no digo las personas dedicadas a la comunicación. Entonces, ¿qué implica esa absorción diaria de información tal vez no chequeada, o errónea?

    ML. Las audiencias tienen derecho a acceder a información confiable. ¿Cuáles son las consecuencias de creer en una información que no es confiable? En un período electoral, por ejemplo, puede modificar nuestro voto, entonces tiene consecuencias irreversibles en los siguientes cuatro años. Me parece que tenemos que ser responsables. El medio de comunicación no puede publicar cualquier cosa. Una información tiene que ser verificada, incluso si proviene de una fuente oficial. Porque sino nos convertimos en propaladores. Es decir: recibimos, por ejemplo, del Ministerio de Capital Humano, una información sobre que se distribuyeron toneladas de alimentos en una barriada carenciada. Lo publicamos y después resulta que no es verdad, esos alimentos no llegaron a las personas que debían alcanzar, o se están pudriendo en un depósito. Y viceversa. Es decir, uno tiende, incluso como profesional de prensa –porque todos y todas tenemos nuestra posición política o nuestra ideología-, a creer en aquello que proviene de fuentes que nos son afines. Y tiene que ser al contrario, toda información tiene que encender una alarma y redoblar nuestros cuidados, porque estamos modelando aquello que está dirigido al receptor, y esto tiene consecuencias concretas sobre su existencia.

    MB. De tu gestión en la Defensoría del Público, ¿cómo evaluás esa actitud crítica de las audiencias? Porque está instalado un prejuicio sobre que no hay gran participación del público, o que toma lo que recibe y ya, o se dice que el que participa es un público especializado. ¿Cómo evaluás eso? Y si podés dar algún ejemplo.

    ML. En mi experiencia como titular de la Defensoría del Público vi que, un poco alentadas por la visibilización de las funciones del organismo, las audiencias participaban muy activamente. No necesariamente presentaban sus reclamos cuando algo las afectaba, como grupo social o como colectividad, sino que manifestaban su solidaridad con grupos que en los medios de comunicación estaban siendo estigmatizados. Por ejemplo, recuerdo cuando se dijo que las personas trans recibían pasajes aéreos gratis, viviendas sin pago, o que tenían sueldos altísimos en trabajos en la administración pública. Y esto estaba siendo difundido nada menos que por una diputada nacional y avalado, por falta de conocimiento, por algunas conductoras de televisión, que después pidieron disculpas. La cantidad de reclamos por día que se recibió en ese período fue llamativa. Llamativa y edificante, porque justamente se veía que personas que no pertenecían al colectivo LGBTQ+ se solidarizaban con las personas trans y pedían que se aclarase que, al contrario, estas personas no tenían acceso a trabajos y afrontaban dificultades para conseguir vivienda, eran discriminadas, se decicaban en su mayor parte -85 por ciento- a la prostitución, tenían una expectativa de vida bajísima. Y la gente reaccionó. También sucedió asi, por ejemplo, cuando una conductora de televisión bebió hidroxicloroquina en cámara y dijo que a ella le servía para prevenir el coronavirus. Hubo cientos de reclamos. Es decir que claramente las audiencias se apropiaron de la Defensoría del Público, que en este momento está reducida a su mínima expresión y paralizada, y está impedida de defender los derechos del público, no solo los derechos propios, el derecho a la información confiable, sino para defender a aquellos grupos más débiles, más marginados de la sociedad.

    MB. La parálisis actual de la Defensoría del Público, ¿cómo impacta en esa necesidad de contar con audiencias críticas?

    ML. En este momento,la Defensoría del Público está absolutamente inmovilizada. Se deshizo de personal profesional que venía trabajando y especializándose hace más de una década. Y esto es preocupante. Porque costó mucho, después de otro período, anterior, de parálisis, volver a ponerla en movimiento y en funciones, y que las audiencias la reconocieran como una herramienta válida para protegerse. Es como la defensa del consumidor. Nosotros decimos que la comunicación no es una mercancía, sino que es un derecho. Pero si nosotros podemos hacer un parangón, la podemos comparar con la función de la ANMAT. En este período nosotros estamos absolutamente indefensos porque no se analizan los alimentos y los medicamentos, porque el Estado abandonó esa función. En el caso de la Defensoría, el Estado –y el Estado somos todos y nos representa a todos- abandonó la función de resguardar el derecho de las audiencias a tener una dieta informativa y comunicacional saludable.

    MB- Estamos poniendo en marcha este espacio, La Comunicación hace Clic, y no vamos a ocultar que conocés al equipo, ya que fuimos parte de la Defensoría del Público, pero queremos preguntarte si creés que en un espacio de comunicación como este u otro se puede hacer algo para sostener los derechos de las audiencias, en un momento de tanto desamparo y también, en algún aspecto, de quietud.

    ML. Es muy edificante que un grupo de profesionales sólido, bien formado, con experiencia, trate de paliar al menos una parte el perjuicio que causa la ausencia de la Defensoría del Público. Porque en Clic se pueden hacer consultas, se puede recibir orientación acerca de qué hacer cuando nosotros como telespectadores, como radioescuchas, como lectores, como consumidores de redes sociales, sentimos lesionados nuestros derechos, cuando recibimos un contenido que nos enoja, que nos indigna, que nos molesta.

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